Igualdad de género en la salud

Integrar el enfoque de género como instrumento para reducir las desigualdades sociales de la salud

Soporte a mujeres y jovenes sirianas a riesgos de violencias o matrimonios forzados

Soporte a mujeres y jovenes sirianas a riesgos de violencias o matrimonios forzados – Fóto: UK Department for International Development – licencia: CC BY 2.0

Por Gisela Hansen – Conseguir la igualdad de género en la salud implica que todas las expresiones de género se encuentren en las mismas condiciones para ejercer plenamente sus derechos y su potencial para estar sanos, contribuir al desarrollo sanitario y acceder sin barreras a los recursos sanitarios.

Apelar por la igualdad implica evidenciar que entre hombres y mujeres hay diferencias en cuanto a las necesidades en materia de salud, al acceso y al control de los recursos, y que estas diferencias deben abordarse con el fin de corregir desequilibrios existentes.

La salud y la pobreza

Las mujeres en general y algunos grupos de ellas en particular (migrantes, ancianas, niñas, minorías étnicas) son especialmente vulnerables a la pobreza, debido a los patrones de dominio- sumisión que determinan las relaciones personales y sociales entre mujeres y hombres. Por consiguiente, se puede decir que los riesgos para la salud derivados de la pobreza son mayores para las mujeres que para los hombres, ya que a las consecuencias de la pobreza se unen los efectos derivados de las inequidades de género. Esta mayor susceptibilidad de las mujeres ha llevado a acuñar los términos “feminización de la pobreza”.

Las esferas de la salud y la violencia a lo largo de la vida

La violencia que se ejerce contra las mujeres y niñas afecta a su integridad produciendo efectos nocivos tanto en la esfera física, psicológica y social. Aunque algunas formas de violencia sexual son usadas sistemáticamente como armas en los conflictos bélicos, la violencia contra las mujeres en el seno de la familia es la forma más frecuente y destaca la perpetrada por la pareja. Las estadísticas obtenidas en distintas partes del mundo muestran que entre el 16% y el 52% de las mujeres experimentan violencia física por parte de sus compañeros y por lo menos el 20% son objeto de violación o intento de violación en el transcurso de su vida.  Fruto de las relaciones de dominio, las mujeres sufren violencia en todas las etapas de la vida, desde la fase prenatal (abortos selectivos, infanticidio femenino), en la niñez (abusos sexuales, mutilación genital, matrimonio infantil) hasta la vejez (Pobreza, mayores barreras de accesibilidad a servicios de salud, etc.) (OMS, 1998).

En cuanto a la salud mental y el género, este es un campo con un desarrollo aún muy precario a pesar del progreso realizado en las últimas 2 décadas. Para consolidarlo es necesario un esfuerzo de colaboración interdisciplinaria que tenga en cuenta la interacción de los diferentes fenómenos implicados: biológicos, ambientales y psicosociales. Es necesario introducir una formación en los y las profesionales sanitarios/as y que realicen investigación, que incorpore conocimientos de las variables relacionadas con el género en las decisiones clínicas, en el manejo terapéutico y en la investigación. Así podremos reflexionar sobre cómo evitar fenómenos como el sobre diagnóstico y la sobre medicación en la población femenina, o la percepción en algunos/as profesionales de que los casos de salud mental en mujeres son más complejos y con peor pronóstico que los de sus congéneres.

Integrar el enfoque de género como instrumento para reducir las desigualdades sociales de la salud

El conocimiento del estado de salud de la población y de su modo de enfermar, la identificación de sus necesidades y demandas y la atención a la salud, son objetivos que deben estar presentes en el diseño de las políticas, de los programas y de los servicios sanitarios. Sin embargo, diferentes estudios y experiencias señalan que el conocimiento de las formas de enfermar actuales adolece de un análisis crítico que permita la visibilización de los problemas de salud que afectan a mujeres y hombres de forma diferenciada.

La introducción de la perspectiva de género en el ámbito sanitario implica evaluar de manera diferenciada las consecuencias que tiene para los hombres y las mujeres cualquier acción planeada, incluidas la legislación, las políticas y los programas, en cualquier sector y en todos los niveles.

VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES – IMPACTO EN LA SALUD

 

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Adaptado de: Organización mundial de la Salud – “Estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mujer” (2013)